viernes, 14 de julio de 2017

"Katrina" y los X-MEN".

Con todo el cariño del mundo para Ayi e Isabel.



Mi cuarto de baño no estaba mal.  No estaba nada mal. De hecho, mi cuarto de baño era el lugar de la casa en que mejor podía relajarme, pasar el rato, refrescarme, buscar concentración, hallar el  sosiego necesario para terminar el día sin asesinar a alguien, mirar hacia mis adentros y dejar que mi mente y mi cuerpo se hicieran uno con mi espíritu.
Algunas veces, incluso, hacía caca.
Y era feliz.
Pero la felicidad nunca es eterna y un día los azulejos de la pared empezaron a salpicarse de unas conspicuas y persistentes manchitas oscuras que se obstinaban en ocupar los intersticios entre las losas estúpida, caprichosa e incoherentemente. La bañera, además, terminó por agrietarse un poco más allá de donde pongo el tarro de “Moussel”, que es otro producto Legrain, París.
Si la Presidenta de mi hogar, la ínclita señora Ruiz me hubiera dicho ahín, sin más, que había que cambiar el cuarto de baño, este servidor se habría opuesto con toda la ferocidad por la que soy de sobra conocido, pero Virginia es subrepticia, astuta, taimada y  -esto es lo peor- me conoce bien.
Empezó como sólo los huracanes del Caribe y ella saben hacer. Primero unas gotillas, unas ráfagas de viento, algún trueno aislado… y después… el desastre.
-Cari, la mampara de mi baño está regular. La podíamos cambiar.
-¿De “TU”  baño?
-Si. Del mío. El tuyo no tiene mampara, gilipollas.
-Vale. Cámbiala.
Esto fue un lunes. Un chubasco de nada.               
El martes dio un paso más. Se avecinaba ya una tormenta discreta de entretiempo.
-Perico, ¿has visto las manchitas en la pared de tu cuarto de baño?
Ahora era “MI” cuarto de baño.
-No. No he visto nada  -mentí.
- Es que les doy y no se van.
-Pues no les des.
Virginia calla. Se agazapa y piensa. Prepara su siguiente jugada.
Los primeros truenos llegan unos días mas tarde.
-Chati…
-¿Cari? ¿Perico? ¿Chati? … Acabo de caer en la cuenta. Se está formando un “Katrina” en mi propia casa. La tormenta perfecta que se llevó por delante a George Clooney, a Mark Whalberg y al otro que no me acuerdo, se me va a llevar a mí también.  Y encima yo no soy ni la mitad de guapo.
-Chati, ¿me escuchas?
-Si, cambio.
-Estaba pensando que, ya que van a venir a ponerme la mampara, podíamos cambiar también tu bañera. Está fatal y algún día le va a empezar a caer agua a Juan.
 Juan es mi vecino y es un gran tipo.  Pero los vecinos de abajo son como la levadura; si se humedecen, suben.
-La bañera está perfecta, Virgi. Ya, si acaso, me ducho con más cuidaíto y salpico menos.
-Vamos a hacer una cosa, gordi…
¡Oy! ¡Oy! ¡Oy! ¡Oyyyyyy!  ¡Gordi y todo!
Esto no tiene buen color.
-Voy a preguntar a ver cómo nos sale y ya de paso, cambiamos el cuarto de baño tuyo entero, que está fatal.
Pues ya está.
Zona catastrófica.
May day! May day! 
A cuatro kilómetros de mi casa… primera hora de la mañana siguiente… suena el teléfono…
-CONSA. Construcciones Operativas Neoclásicas de Solerías y Alicatamientos. Le habla Isabel… Ah, hola Virgi. ¿Si? ¿Y lo has convencido?  ¡Halaaaaa!  Si, hija. En un par de días te mando todo y empezamos la obra. ¿A quien? Pues a los de siempre. Esos son muy apañaos. Venga. Un beso. Nos vemos el viernes en “El Rincón de Alicia”, nos tomamos algo y ya me cuentas. ¡Espera! Me dice Ayi (Ayi e Isabel son hermanas y compañeras en el trabajo) que apuntes el teléfono contra el maltrato por si Pedro se pone nervioso. Ese. Venga. Hasta luego.
Los primeros momentos de la obra de remodelación me resultan imposibles de describir. Yo creo que al entierro de Ladi Di no fue tanta gente. Y los que fueron no rompieron nada a martillazos. El equipo de demolición fue letal. Rápido y letal. Si alguien ha visto las fotos de lo que quedó de Hiroshima después del  bombazo, pues  ya me ahorro los detalles. Mi coqueto y recogido cuarto de baño convirtióse en cuestión de minutos en un solar de las afueras de Kabul.
-Verás lo bonito que te va a quedar, Perico.
-¡Moi bonito, Pidro! –coreareon a coro los catorce X-MEN.
Y la verdad es que todo, al final, ha merecido la pena; los dos palmos de polvo por toda la casa, el nivel de decibelios producido por los martillazos y los taladros justo a la hora del “Sálvame”, que no me he podido ni enterar de si al final se ha muerto Carmina Ordóñez o no, el tener el pasillo todo el día como una barricada  y a Virginia cantándome el “No pasarán”, el pegarme cada noche dos o tres leñazos en el meñique con una caja de herramientas que  a esas horas cobraba vida la muy puta y se movía por sus cojones de esquina en esquina sin avisarme ni nada.
Me ha quedado un aseo fenomenal. Muy preciosísimo.
-¡Moi bonito, sinior Pidro!
Si, señor. Muy bonito.
Y cuando termine de poner el espejo en su sitio, que es lo último que me queda, más bonito todavía va a estar.
Ya me he cargado dos.
Y he taladrado seis veces donde no era.
Alcayatas para colgar tonterías no me van a faltar.
Ahora voy a poner el tercero, que va a ser el definitivo.
O eso espero.
Por mi bien y por el de mi matrimonio, porque Virginia ya me ha dicho que si vuelvo a meter la pata con los taladros, va a ser ella la que me taladre a mí el cerebro.
Si Dios quiere y me da salud, en pocos días estaré de nuevo disfrutando en mi pequeño remanso de paz, debidamente remodelado y luminoso, leyendo a Faulkner o a Espinoza, repasando mi Enciclopedia de Pintura Contemporánea, reflexionando muy a fondo sobre el devenir de nuestra existencia en un universo cambiante y trascendente,   fantaseando sobre mil pequeños detalles que hacen de mi existencia algo especial e inolvidable o  -¿porque no?-  plantando un pino enorme y majestuoso.
-Un pino moy bonito, Pidro.

-Gracias, tio.

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