Supongo yo que aquel día
en plena Segunda Guerra Mundial en que al Capitán Miller (Tom Hanks) le dijeron
aquello de “Mira, chaval, te vas, buscas al soldado Ryan, lo rescatas y se lo
llevas a su madre sano y salvo, que la pobre mujer está de los nervios”, al ínclito
Miller tuvo que sentarle de maravilla.
-Es fácil- le dijo el
Coronel Parker-. Sólo tienes que saltar tras
las líneas enemigas, cruzar media Europa, enfangarte hasta las rodillas
en lodo y mierda y vértelas con una pila de nazis cabreados y faltos de sus
dosis diarias de “kartoffen”. Coges al chiquillo y te lo traes. ¡Pan comido!
Afortunadamente, como al
capitán Miller lo mandaron con un grupo de aguerridos marines, el más pequeño
de los cuales te podía romper la crisma de un sopapo, la misión tenía, por lo
menos en principio, una leve aunque significativa posibilidad de éxito.
Otra cosa es que le
hubieran dicho “Mira, pringao, te vas a ir y tal y cual, pero te vas a llevar a
seis o siete idiotas contigo”. En ese caso, la misión, o directamente no habría
empezado, o no habría terminado bien y el pobre soldado Ryan andaría criando
malvas en sabe Dios que oscuro cementerio de la Baja Sajonia , justo donde hacen
las famosas salchichas
Bräuwurtenshtrassembaüer.
-Coronel Parker -habría
dicho Miller,- con esta manada de cipotes no se puede ir ni a la playa de los Boliches,
con que lo de acercarme por la de Omaha, con el debido respeto, ¡un mojón!
Y yo, la verdad, lo
habría comprendido.
Para llevar a cabo
cualquier misión, especialmente si es delicada, el equipo es fundamental.
Impedimenta, víveres, logística e incluso asesoramiento psicológico se hacen
cada día más necesarios en cualquier proyecto pero lo más importante es, desde
luego, escoger muy bien al socio en la faena.
La vida me ha ido
enseñando a escoger pulcra y concienzudamente a mis compañeros de viaje.
Algunas veces, el “Tú si que vales”
vital ha sido doloroso, pero es que no puedes ir en este tren de la vida con un
gilipollas en el asiento de al lado escuchando a Camela en voz alta todo el
rato o sacándose mocos cada diez minutos sobre todo si el trayecto es largo o
hay baches en el camino.
La vida de los creyentes
entre los que tengo a bien incluirme está salpicada –Dios lo sabe- de cientos
de obstáculos. Unos los vas saltando con la fuerza que te da la experiencia y
las hostias que te vas llevando en el trayecto; otros te hacen perder un tiempo
precioso para, al final y después de casi ceder a la desesperación, terminar
rodeándolos no sin cierto remordimiento; en muchos, pierdes el aliento y te
cansas… reniegas…
Intentamos no perder esa
Fe que tanta falta nos hace y vamos atravesando poco a poco esta autovía hacia
el “más pallá” tratando de no dejarnos los cuernos en la primera farola que nos
encontramos fuera de su sitio. E intentamos hacerlo con alegría.
A mí me inspiran las
palabras de San Bernardo y le hago, quizá, más caso de la cuenta. “Una copita
de vino te acerca a Dios”. ¡Grande San Bernardo!
Y me encantan las de San
Felipe Neri. “El hombre de Dios ha de tener siempre buen humor”. Además, no
encuentro razón para que sea de otra manera.
Por eso cada día me
indigno más con quienes se toman a chufla el sagrado mandato bíblico de hacer
el bien siempre que se pueda y de no tocarle los huevos al vecino, a no ser que
se tenga un motivo bien gordo.
Es verdad que, si
quieres, las Sagradas Escrituras las puedes interpretar, puedes relativizar sus
contenidos, puedes matizar todo lo que te apetezca… pero al fin y a la postre, y
quitando toda la farfolla y la letra pequeña, lo más claro que sacamos es que,
si queremos amar a Dios, tenemos que empezar por amar al prójimo, entre otras
cosas porque a Dios, hay días en los que es dificilillo verlo, y al prójimo, lo
tenemos más a mano.
Mi indignación aumenta cuando
son precisamente los que tenían que servir de ejemplo, los que peor nos lo
ponen cuando más falta nos hace afirmarnos en nuestras creencias.
En cierta ocasión,
charlando con una buena amiga, religiosa por demás, y de las mejores,
hablábamos de los problemas de la Santa
Iglesia Católica.
-Luz Armenia – concluí
diciéndole,- me parece a mí que el peor enemigo que tiene la Iglesia, ahora
mismito, es la propia Iglesia.
No hablaba de los miles
de religiosos en zapatillas y vaqueros, que se desviven día a día en la ingrata
tarea de seguir el ejemplo de Cristo en la humildad y la caridad, lejos del
oropel y de los manifiestos, trabajando a ras de suelo con los que necesitan de
la comprensión y de la palabra. No hablaba de los que se mojan, de los que te
escuchan, de los que no discriminan, de los que no tienen miedo a perder nada porque nada tienen… No hablaba de ellos.
El virus está más arriba,
pegado a los micrófonos y a las cámaras, en los despachos, lejos del polvo y el
sudor. Quiero creer que son cuatro gatos,
pero están como envalentonados y hacen mucho ruido. Demasiado ruido. Y como en
el mundo no hay apenas problemas de los que ocuparse, esta manada de pazguatos
amargados y de soplapollas melindrosos y victimistas pierde el sueño y malgasta
sus energías en, por ejemplo, repudiar a los homosexuales.
Porque Dios lo explicó
bien clarito –por lo visto-. El prójimo tiene que ser, o un hombre o una mujer.
Y se acabó lo que se daba. Los demás, o son escoria o es que “están enfermos”.
A los gays y a las lesbianas hay que tolerarlos, pero poco más.
Sí. Son humanos. Vale.
Pero cuanto más lejos de la Iglesia, mejor.
Amigo Francisco. Tienes por
delante una faena importante y hasta la fecha, has venido demostrando una
cierta gracia, casi torera. Tienes estampa. Se te ven maneras. En el
paseíllo se te ha visto garboso, con
empaque y con salero. Sabemos de tu valor.
Pero vigila un poco a la
cuadrilla porque a ti -y a nosotros- nos va la vida en ello. Y si tienes que
mandar a alguno a la cola del paro, que no te tiemble la mano.
Los muchachos del Capitán
Miller cumplieron con su encomienda y rescataron al soldado Ryan.
Amigo Francisco, tú tienes ahora otra misión. Tienes que salvar a
“otro Ryan”. Pero con este pelotón que estás formando, lo raro será que cuando
lo hayas encontrado, no sea el propio Ryan el que te pegue un tiro por la
espalda.
¡Ni una palabra más! o ¡ Santa palabra!
ResponderEliminarEs curiosa esa visión de la salvación, del amor que Dios nos intenta explicar todas las mañanas : Haz bien a tu prójimo, pero oye,antes mira debajo de sus pantalones, ¡ah... y si mata!: perdónalo.
Pero si es un ser bondadoso, trabajador, entregado a los problemas del mundo, pero ama a otro ser humano del mismo sexo: al paredón y de ninguna manera puede juntarse con nosotros.
¿Qué vendemos?
Pedro, perdona mi intromisión, pero esos exabruptos, de esa terrible parte del clero. me enciende
Mariola, para mí, es doloroso constatar eso mismo que tu dices. La Iglesia no puede prescindir de gente con buenos valores, que se limitan a querer y ser queridos. Es una torpeza que probablemente, algún día pagarán. Pagaremos. UN besazo. Eres un encanto. Gracias siempre a tí.
EliminarQuerido amigo Pedrete...tu sabes que te quiero , aunque algunas veces te enfades conmigo., Es un amor de hermano y amigo , justo el tipo de amor que todos deberíamos defender como Jon Wayne en la Diligencia .No puedo estar más de acuerdo con vos, el espíritu no tiene color ni sexo.... y el vino ....si es Protos...joder... que te voy ha decir a ti del Protos , ni de los zombis....
EliminarEn fin...te diré una cosa que no le he dicho a nadie...la iglesia empieza fuera de sus murallas , en sus puertas ,en la calles ,la iglesia huele mal ,muchas tienen lepra ,la iglesia grita de dolor y de horror en calabozos sombríos ,la iglesia esta en las lesbianas y homosexuales discriminados durante tantos siglos....
en el desamparo de tantos niños abandonados por el mundo , en cada uno de los soldados del capitán Miller ,nosotros somos la iglesia y tenemos que cambiarla
Un besico a todos
Completamente de acuerdo. En esa lucha estamos. No te quepa duda.
EliminarNo sé quien eres, pero si me enfadé contigo alguna vez, ten la bondad de perdonarme. Seguro que no ha sido nada grave. UN abrazo.
Por qué tenemos que hacer el bien ( o no hacer el mal, que es más factible) en nombre de alguién? Yo creo que muchos de los que se amparan en las religiones para hacer lo correcto sólo buscan la recompensa.
ResponderEliminarEgoísta y triste.
Y no soy un ejemplo de nada de lo que predico.
Tú eres un buen tio, lo cual, estando las cosas como están, es lo mejor del mundo. Y no cambies nunca porque gente así, nos hace mucha falta. UN abrazo, Pepe.
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