martes, 14 de diciembre de 2010

El devorador de rotondas.


Dusseldorf tenía a su famoso "Carnicero de Dusseldorf", Londres adquirió fama mundial por su traviesillo"Jack el Destripador", Amsteten, que no se si está en Austria o Alemania, ha pasado a la historia por ese simpático personaje al que llaman "El monstruo de Amsteten". Y aquí en Melilla, como no podía ser menos, tenemos al "Devorador de rotondas".
Yo ya lo veo como algo nuestro, como un icono más de nuestra especialísima idiosincrasia, como un elemento más de nuestra peculiar y nunca bien ponderada forma de entender las normas de circulación. Porque en el resto del mundo no sé, pero aquí, una rotonda no es más que una anécdota sin importancia en el recto camino de la vida, una mota de polvo en el devenir de nuestra compleja y difícil trashumancia, una brisa leve que se desvanece ante el temporal de la vida, vamos, una verdadera mierda.
Menos mal que hay alguien capaz de darles a todas ellas su merecido. Porque no hay rotonda en esta bendita ciudad de Dios, que no se las vea con nuestro héroe mas tarde o más temprano. En su guarida, con la soledad del luchador incomprendido, el "Devorador de rotondas" examina, evalúa, mide, calcula, estima, decide, y luego. . . se entana o encaloma en la primera que pilla. Cuéntan las leyendas que, en ocasiones, gusta de firmar sus fechorías dejando una marca; una vez un diente, otra vez la mismísima matrícula empotrada en el monumento, incluso hay quienes afirman haber visto un huevo humano en lo alto de una farola.
Parece que ayer ha vuelto a actuar. Pero esta vez ha dado un giro inesperado a su ya de por sí extravagante conducta. Ayer el objeto de su fechoría fué un surtidor de gasolina. Y digo yo que ahí está la grandeza del mito. Porque el "Devorador de rotondas" sabe reciclarse, sorprender, maravillar a sus convecinos, innovar.. .
Puede que muchos penséis que hay mucho hijodeputa conduciendo por ahí, pero eso es porque no comprendéis la oculta dimensión del mito, la grandeza del que sabe trascender un simple y monótono vehículo en un arma sublime y formidable.
Lo que tenéis que hacer es rezar cada día y pedirle al Señor que el "Devorador de rotondas" no se encuentre cerca cuando paseáis con vuestra familia o vuestros hijos, con vuestros amigos y vuestros seres queridos.
De todas maneras, siempre nos queda el consuelo de las sabias palabras del Apóstol San Paolo cuando en su "Carta a los Adhefesios" dice "Bienaventurados los que creen en los pasos de cebra porque pronto verán a Dios".

lunes, 13 de diciembre de 2010

La chispa del amor.

Anoche fue una noche intensa y como casi todas las noches intensas, esta también dejó su marca. Y no hablo de los cambiantes y siempre sorprendentes efectos de la resaca, ni de los daños colaterales que tiene que soportar un estómago humano de mediano tamaño cuando uno pretende hacer con él eso que las mujeres hacen con el maletero del coche cuando nos vamos de vacaciones, es decir, meter más de lo que cabe. No. Esta vez ha sido peor. La ciencia experimental y mi descontrolada pasión por las veleidades del mundo del espectáculo y el deporte han estado a punto de costarme, si nó la vida, al menos un serio disgusto.
Todo empezó a las nueve y cuarto, hora continental europea. Yo ayudaba a Virginia a secar los tres mil cuatrocientos vasos de la cena de anoche, las siete docenas de platos y la cubitera de los cojones. El tercer trapo que yo empleaba empezaba a chorrear y no cumplía con el propósito para el que su naturaleza de trapo le había destinado y yo, reluctante a emplear un cuarto trapo recordé un procedimiento de secado que, si bien no había experimentado con anterioridad, empleando la lógica científica a la que el BUP nos tenía acostumbrados, parecía prometer resultados inmediatos.
Cogí el trapo del delito y lo introduje en el microondas.
Y ahí empezó todo.
Primera anotación: Seis minutos es tiempo excesivo para secar un trapo de tamaño estandar en un microondas convencional.
Segunda anotación: Si tienes algo, LO QUE SEA, en el microoondas, no te vayas a la tele para ver cómo quedó el Barsa.
Tercera anotación: Las noticias deportivas de los Domingos por la mañana duran más de sies minutos. Nadal, Pedrosa, y muchos más ya saben eso.
Cuarta anotación: Se llega a saber que un trapo está incendiado dentro de un microondas por dos vías diferentes, a saber:
a) Por la cantidad de humo que el muy cabron desprende.
b) Por la cantidad de improperios y de alusiones a las ramas materna y paterna de tu progenie y/o parentesco que tu pareja, tu mujer, o incluso cualquier ser querido acaban por proferir. Y además, a gran velocidad.
Una vez constatada la ineficacia del experimento, quizá acentuada por la bisoñez e indolencia del protagonista indirecto del mismo, lo que sí se costata de forma fehaciente es que el matrimonio más sólido, con una cocina en llamas, no lo resulta tanto. Antes bien, en pocos segundos se te pasa por la cabeza toda tu vida, como si de una película se tratase. Encima, y para colmo, cine español.
Claro que a mi mujer lo que se le estaba pasando por la cabeza era la lista de abogados matrimonialistas con destino en plaza.
Consejo final: si queréis mantener viva la chispa del amor en vuestro matrimonio, procurad no encender, simultánea y torpemente, otro tipo de chispas.
Un saludo a todos.
PD. Todo ha terminado bien. Ya he vuelto a deshacer las maletas.