Dusseldorf tenía a su famoso "Carnicero de Dusseldorf", Londres adquirió fama mundial por su traviesillo"Jack el Destripador", Amsteten, que no se si está en Austria o Alemania, ha pasado a la historia por ese simpático personaje al que llaman "El monstruo de Amsteten". Y aquí en Melilla, como no podía ser menos, tenemos al "Devorador de rotondas".
Yo ya lo veo como algo nuestro, como un icono más de nuestra especialísima idiosincrasia, como un elemento más de nuestra peculiar y nunca bien ponderada forma de entender las normas de circulación. Porque en el resto del mundo no sé, pero aquí, una rotonda no es más que una anécdota sin importancia en el recto camino de la vida, una mota de polvo en el devenir de nuestra compleja y difícil trashumancia, una brisa leve que se desvanece ante el temporal de la vida, vamos, una verdadera mierda.
Menos mal que hay alguien capaz de darles a todas ellas su merecido. Porque no hay rotonda en esta bendita ciudad de Dios, que no se las vea con nuestro héroe mas tarde o más temprano. En su guarida, con la soledad del luchador incomprendido, el "Devorador de rotondas" examina, evalúa, mide, calcula, estima, decide, y luego. . . se entana o encaloma en la primera que pilla. Cuéntan las leyendas que, en ocasiones, gusta de firmar sus fechorías dejando una marca; una vez un diente, otra vez la mismísima matrícula empotrada en el monumento, incluso hay quienes afirman haber visto un huevo humano en lo alto de una farola.
Parece que ayer ha vuelto a actuar. Pero esta vez ha dado un giro inesperado a su ya de por sí extravagante conducta. Ayer el objeto de su fechoría fué un surtidor de gasolina. Y digo yo que ahí está la grandeza del mito. Porque el "Devorador de rotondas" sabe reciclarse, sorprender, maravillar a sus convecinos, innovar.. .
Puede que muchos penséis que hay mucho hijodeputa conduciendo por ahí, pero eso es porque no comprendéis la oculta dimensión del mito, la grandeza del que sabe trascender un simple y monótono vehículo en un arma sublime y formidable.
Lo que tenéis que hacer es rezar cada día y pedirle al Señor que el "Devorador de rotondas" no se encuentre cerca cuando paseáis con vuestra familia o vuestros hijos, con vuestros amigos y vuestros seres queridos.
De todas maneras, siempre nos queda el consuelo de las sabias palabras del Apóstol San Paolo cuando en su "Carta a los Adhefesios" dice "Bienaventurados los que creen en los pasos de cebra porque pronto verán a Dios".
Yo ya lo veo como algo nuestro, como un icono más de nuestra especialísima idiosincrasia, como un elemento más de nuestra peculiar y nunca bien ponderada forma de entender las normas de circulación. Porque en el resto del mundo no sé, pero aquí, una rotonda no es más que una anécdota sin importancia en el recto camino de la vida, una mota de polvo en el devenir de nuestra compleja y difícil trashumancia, una brisa leve que se desvanece ante el temporal de la vida, vamos, una verdadera mierda.
Menos mal que hay alguien capaz de darles a todas ellas su merecido. Porque no hay rotonda en esta bendita ciudad de Dios, que no se las vea con nuestro héroe mas tarde o más temprano. En su guarida, con la soledad del luchador incomprendido, el "Devorador de rotondas" examina, evalúa, mide, calcula, estima, decide, y luego. . . se entana o encaloma en la primera que pilla. Cuéntan las leyendas que, en ocasiones, gusta de firmar sus fechorías dejando una marca; una vez un diente, otra vez la mismísima matrícula empotrada en el monumento, incluso hay quienes afirman haber visto un huevo humano en lo alto de una farola.
Parece que ayer ha vuelto a actuar. Pero esta vez ha dado un giro inesperado a su ya de por sí extravagante conducta. Ayer el objeto de su fechoría fué un surtidor de gasolina. Y digo yo que ahí está la grandeza del mito. Porque el "Devorador de rotondas" sabe reciclarse, sorprender, maravillar a sus convecinos, innovar.. .
Puede que muchos penséis que hay mucho hijodeputa conduciendo por ahí, pero eso es porque no comprendéis la oculta dimensión del mito, la grandeza del que sabe trascender un simple y monótono vehículo en un arma sublime y formidable.
Lo que tenéis que hacer es rezar cada día y pedirle al Señor que el "Devorador de rotondas" no se encuentre cerca cuando paseáis con vuestra familia o vuestros hijos, con vuestros amigos y vuestros seres queridos.
De todas maneras, siempre nos queda el consuelo de las sabias palabras del Apóstol San Paolo cuando en su "Carta a los Adhefesios" dice "Bienaventurados los que creen en los pasos de cebra porque pronto verán a Dios".
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